LEYENDA DEL PENACHO DE MOCTEZUMA
El famoso penacho de Moctezuma Xocoyotzin (1466-1520),
pudiera ser tan solo uno de los muchos que poseía el emperador, pues es sabido
que su vestuario era variado y excesivo. Cuenta la leyenda que este penacho
formó parte de otras piezas, ciento cincuenta y ocho en total, que el emperador
mexica dio a Hernán Cortés para que se las entregase al rey Carlos V, como un
obsequio que le permitiría ganar tiempo
ante la inminente guerra de conquista y para quedar bien con el soberano. Por
lo tanto es muy factible que el penacho nunca fuera usado por Moctezuma. Las
piezas fueron enviadas por barco hasta Alemania, país donde en ese momento
residía el monarca. Si el penacho le gustó o no, nadie lo sabrá nunca.
El penacho es en realidad un quetzalapanecáyotl; es
decir, un tocado de plumas de quetzal engarzadas en oro, y adornado con piedras
preciosas. Lo elaboraron los amantecas, los artistas de la pluma mexicas,
encargados de hacer las capas, los escudos y los tocados del monarca y de los
nobles señores. El quetzalapanecáyotl
mide 116 centímetros de alto con un diámetro de 175; en su centro está
trabajado con plumas azules de xiuhtótotl, el ave con plumaje color turquesa;
lleva plaquillas de oro y piedras preciosas. Alrededor del centro, el trabajo
se realizó con plumas rosas de tlauquecholli, un ave parecida al flamenco, y
con plumas cafés de cuclillo; siguen cuatrocientas hermosas plumas de quetzal,
algunas de hasta 55 centímetros de largo. El penacho, que se encuentra en el
Museo Etnográfico de Viena, fue evaluado por el gobierno austriaco en cincuenta
millones de dólares. Desde la Segunda Guerra Mundial, se exhibe en una sala
junto con algunos objetos litúrgicos destinados a las ceremonias dedicadas a
Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, y a Ehécatl, el dios del Viento. En el
Museo Nacional de Antropología e Historia, se exhibe una excelente réplica del
tocado elaborada en 1958.
Según nos relata la leyenda, el penacho fue propiedad de
la Casa Real de Austria cuando el barco que lo llevara a Alemania fue asaltado
en Jamaica por corsarios franceses. Pasado el tiempo, el archiduque de Austria,
Fernando II (1529-1595) duque del Tirol, y sobrino de Carlos V, lo compró a un
ladrón italiano, para colocarlo en su gabinete como parte de su colección de
arte mexicano. En el año de 1817 llegó a Viena, donde permaneció en la bodegas
del Museo hasta 1878, donde se le redescubrió, y se le restauró completamente,
pues se encontraba bastante deteriorado.
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