ESTUDIO DE EXEGESIS


Algunos autores contemporáneos (p. ej., Ebeling) engloban la e. y todo trabajo bíblico en general con la hermenéutica. Sin embargo, la mayoría de los autores distinguen en la práctica entre hermenéutica y e., entendiendo por aquélla la búsqueda de la naturaleza y de los principios de una justa interpretación, cuya significación no tiene evidencia inmediata (R. Marlé, Le probléme théologique de 1'herméneutique, Les grands axes de la recherche contemporaine, París, 1963, 10). Por e. se entiende la exposición y declaración de un libro o de un pasaje del mismo. La hermenéutica es la ciencia (episteme) que señala las reglas que el exegeta debe tener en cuenta para interpretar rectamente un libro (v. INTERPRETACIÓN II); la e. es el arte (texne) de aplicar las reglas de la hermenéutica, de utilizarla como medio para conseguir su propio fin. Si la hermenéutica y la exégesis. tienen por objeto los libros de la Biblia, reciben el calificativo de bíblica o sagrada.
     
      1. Finalidad de la exégesis bíblica. La tarea suprema de la e. b. «es la de hallar y exponer el verdadero sentido de los Libros Sagrados y, al hacerlo, deberá tener siempre presente que lo que más ahincadamente ha de procurar es ver y definir cuál es el sentido de las palabras de la Biblia, que llaman literal» (enc. Divino afflante Spiritu: EB 550). Pero como los libros de la Biblia han sido escritos por inspiración del Espíritu Santo, y Dios en su composición se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos, se deduce que estos hombres son también verdaderos autores de sus respectivos libros, pues, al obrar Dios «en ellos y por ellos, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería» (Const. Dei Verbum, 3,11). Esta dualidad de autores no significa que en el texto sagrado haya dualidad o disparidad de sentidos literales, es decir, un sentido divino, el único infalible, y un sentido humano, bajo el cual se oculta el sentido divino (EB 612). Todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, y viceversa (v. BIBLIA III).
     
      En la S. E. suelen distinguirse varios sentidos (v. NOEMÁTICA), como consecuencia de la riqueza del texto bíblico, al que puede y debe acudir el cristiano para encontrar alimento para su fe, estímulo para su esperanza, impulso para su amor, norma para su comportamiento. Pero esos sentidos no están en contradicción entre sí ni forman una dispersión inorgánica, sino que se basan en uno que debe considerarse primario: el que se llama sentido literal, o expresado por la letra del texto mismo. La Biblia no es una obra esotérica o ambigua, sino profundamente verdadera que nos trasmite un claro y definido mensaje de salvación. Por eso el sentido literal es, como suele decirse, universal (ya que no hay ningún texto bíblico que carezca de sentido) y único (puesto que todo texto tiene un sentido básico, sobre el que pueden apoyarse otros, pero sin contradecirlo). El primer deber del exegeta bíblico es, pues, esforzarse por determinar y estudiar, con todos los medios a su alcance, el sentido literal de un pasaje o libro bíblico.
       EXÉGESIS BÍBLICA. 2. Criterios o principios de la exégesis bíblica. Los principios, criterios o reglas que deben seguirse en la e. b. se deducen de la naturaleza de los libros que dicha e. aspira a analizar. Un dato fundamental se impone: la Biblia es una obra singular, única. Mientras todos los demás libros están escritos por hombres en el ejercicio de sus capacidades humanas, asistidas tal vez por la gracia, pero mantenidas en su orden propio, de manera que la obra resultante es una obra exclusivamente humana; los libros de la S. E. se caracterizan por haber sido escritos gracias a un influjo sobrenatural específico, que llamamos inspiración divina (v. BIBLIA in), la cual, incidiendo en la persona completa de cada uno de los escritores humanos de tales libros, ha operado la condición peculiar de que la Biblia sea una obra literaria divino-humana, que tiene a Dios como autor principal y al hombre como verdadero autor también, pero subordinado e instrumental. Esa acción conjunta divino-humana, en la que Dios toma la iniciativa hasta la culminación de la obra, garantiza el auténtico origen divino de los libros de la S. E. y su verdad inmutable en orden a nuestra salvación (cfr. Conc. Vaticano I, Const. Dei Filius: Denz.Sch. 3006; Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, no 11).
     

      Un segundo dato completa el anterior: esos libros no han sido inspirados por Dios a personas singulares desconectadas de todo pueblo o comunidad, sino a personas que formaban parte del pueblo por Él elegido (Israel, la Iglesia), y para recoger una Revelación de la que ese pueblo es depositario. No es, pues, lícito separar las S. E. de la Iglesia: para interpretar la. Biblia, conocer su sentido, penetrar en lo que quiere decir es necesario leerla en el ambiente en que fue escrita y para el que fue destinada, es decir, in sinu Ecclesiae (cfr. Conc. de Trento: Denz.Sch. 1507; Conc. Vaticano 11, Const. Dei Ver')um,

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